Add parallel Print Page Options

LIBRO IV(A)

Oración de Moisés, hombre de Dios.

90 Señor, tú has sido nuestro refugio
    generación tras generación.
Desde antes que nacieran los montes
    y que crearas la tierra y el mundo,
desde los tiempos antiguos
    y hasta los tiempos postreros,
    tú eres Dios.

Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
    cuando dices: «¡Volveos al polvo, mortales!»
Mil años, para ti, son como el día de ayer, que ya pasó;
    son como unas cuantas horas de la noche.
Arrasas a los mortales. Son como un sueño.
    Nacen por la mañana, como la hierba
que al amanecer brota lozana
    y por la noche ya está marchita y seca.

Tu ira en verdad nos consume,
    tu indignación nos aterra.
Ante ti has puesto nuestras iniquidades;
    a la luz de tu presencia, nuestros pecados secretos.
A causa de tu ira se nos va la vida entera;
    se esfuman nuestros años como un suspiro.
10 Algunos llegamos hasta los setenta años,
    quizás alcancemos hasta los ochenta,
    si las fuerzas nos acompañan.
Tantos años de vida,[a] sin embargo,
    solo traen pesadas cargas y calamidades:
    pronto pasan, y con ellos pasamos nosotros.

11 ¿Quién puede comprender el furor de tu enojo?
    ¡Tu ira es tan grande como el temor que se te debe!
12 Enséñanos a contar bien nuestros días,
    para que nuestro corazón adquiera sabiduría.

13 ¿Cuándo, Señor, te volverás hacia nosotros?
    ¡Compadécete ya de tus siervos!
14 Sácianos de tu amor por la mañana,
    y toda nuestra vida cantaremos de alegría.
15 Días y años nos has afligido, nos has hecho sufrir;
    ¡devuélvenos ahora ese tiempo en alegría!
16 ¡Sean manifiestas tus obras a tus siervos,
    y tu esplendor a sus descendientes!

17 Que el favor[b] del Señor nuestro Dios
    esté sobre nosotros.
Confirma en nosotros la obra de nuestras manos;
    sí, confirma la obra de nuestras manos.

91 El que habita al abrigo del Altísimo
    se acoge a la sombra del Todopoderoso.
Yo le digo al Señor: «Tú eres mi refugio,
    mi fortaleza, el Dios en quien confío».

Solo él puede librarte de las trampas del cazador
    y de mortíferas plagas,
pues te cubrirá con sus plumas
    y bajo sus alas hallarás refugio.
    ¡Su verdad será tu escudo y tu baluarte!
No temerás el terror de la noche,
    ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que acecha en las sombras
    ni la plaga que destruye a mediodía.
Podrán caer mil a tu izquierda,
    y diez mil a tu derecha,
    pero a ti no te afectará.
No tendrás más que abrir bien los ojos,
    para ver a los impíos recibir su merecido.

Ya que has puesto al Señor por tu[c] refugio,
    al Altísimo por tu protección,
10 ningún mal habrá de sobrevenirte,
    ninguna calamidad llegará a tu hogar.
11 Porque él ordenará que sus ángeles
    te cuiden en todos tus caminos.
12 Con sus propias manos te levantarán
    para que no tropieces con piedra alguna.
13 Aplastarás al león y a la víbora;
    ¡hollarás fieras y serpientes!

14 «Yo lo libraré, porque él se acoge a mí;
    lo protegeré, porque reconoce mi nombre.
15 Él me invocará, y yo le responderé;
    estaré con él en momentos de angustia;
    lo libraré y lo llenaré de honores.
16 Lo colmaré con muchos años de vida
    y le haré gozar de mi salvación».

Salmo para cantarse en sábado.

92 ¡Cuán bueno, Señor, es darte gracias
    y entonar, oh Altísimo, salmos a tu nombre;
proclamar tu gran amor por la mañana,
    y tu fidelidad por la noche,
al son del decacordio y de la lira;
    al son del arpa y del salterio!

Tú, Señor, me llenas de alegría con tus maravillas;
    por eso alabaré jubiloso las obras de tus manos.
Oh Señor, ¡cuán imponentes son tus obras,
    y cuán profundos tus pensamientos!
Los insensatos no lo saben,
    los necios no lo entienden:
aunque broten como hierba los impíos,
    y florezcan todos los malhechores,
para siempre serán destruidos.
    Solo tú, Señor, serás exaltado para siempre.

Ciertamente tus enemigos, Señor,
    ciertamente tus enemigos perecerán;
¡dispersados por todas partes
    serán todos los malhechores!

10 Me has dado las fuerzas de un toro;
    me has ungido con el mejor perfume.
11 Me has hecho ver la caída de mis adversarios
    y oír la derrota de mis malvados enemigos.

12 Como palmeras florecen los justos;
    como cedros del Líbano crecen.
13 Plantados en la casa del Señor,
    florecen en los atrios de nuestro Dios.
14 Aun en su vejez, darán fruto;
    siempre estarán vigorosos y lozanos,
15 para proclamar: «El Señor es justo;
    él es mi Roca, y en él no hay injusticia».

93 El Señor reina, revestido de esplendor;
    el Señor se ha revestido de grandeza
    y ha desplegado su poder.
Ha establecido el mundo con firmeza;
    jamás será removido.
Desde el principio se estableció tu trono,
    y tú desde siempre has existido.

Se levantan las aguas, Señor;
    se levantan las aguas con estruendo;
    se levantan las aguas y sus batientes olas.
Pero el Señor, en las alturas, se muestra poderoso:
    más poderoso que el estruendo de las muchas aguas,
    más poderoso que los embates del mar.

Dignos de confianza son, Señor, tus estatutos;
    ¡la santidad es para siempre el adorno de tu casa!

94 Señor, Dios de las venganzas;
    Dios de las venganzas, ¡manifiéstate![d]
Levántate, Juez de la tierra,
    y dales su merecido a los soberbios.
¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo
    habrán de ufanarse los impíos?

Todos esos malhechores son unos fanfarrones;
    a borbotones escupen su arrogancia.
A tu pueblo, Señor, lo pisotean;
    ¡oprimen a tu herencia!
Matan a las viudas y a los extranjeros;
    a los huérfanos los asesinan.
Y hasta dicen: «El Señor no ve;
    el Dios de Jacob no se da cuenta».

Entended esto, gente necia;
    ¿cuándo, insensatos, lo vais a comprender?
¿Acaso no oirá el que nos puso las orejas,
    ni podrá ver el que nos formó los ojos?
10 ¿Y no habrá de castigar el que corrige a las naciones
    e instruye en el saber a todo el mundo?
11 El Señor conoce los pensamientos humanos,
    y sabe que son absurdos.

12 Dichoso aquel a quien tú, Señor, corriges;
    aquel a quien instruyes en tu ley,
13 para que enfrente tranquilo los días de aflicción
    mientras al impío se le cava una fosa.
14 El Señor no rechazará a su pueblo;
    no dejará a su herencia en el abandono.
15 El juicio volverá a basarse en la justicia,
    y todos los rectos de corazón lo seguirán.

16 ¿Quién se levantó a defenderme de los impíos?
    ¿Quién se puso de mi parte contra los malhechores?
17 Si el Señor no me hubiera brindado su ayuda,
    muy pronto me habría quedado en mortal silencio.
18 Apenas decía: «Mis pies resbalan»,
    cuando ya tu amor, Señor, venía en mi ayuda.
19 Cuando en mí la angustia iba en aumento,
    tu consuelo llenaba mi alma de alegría.

20 ¿Podrías ser amigo de reyes corruptos[e]
    que por decreto fraguan la maldad,
21 que conspiran contra la gente honrada
    y condenan a muerte al inocente?
22 Pero el Señor es mi protector,
    es mi Dios y la roca en que me refugio.
23 Él les hará pagar por sus pecados
    y los destruirá por su maldad;
    ¡el Señor nuestro Dios los destruirá!

95 Venid, cantemos con júbilo al Señor;
    aclamemos a la roca de nuestra salvación.
Lleguemos ante él con acción de gracias,
    aclamémoslo con cánticos.

Porque el Señor es el gran Dios,
    el gran Rey sobre todos los dioses.
En sus manos están los abismos de la tierra;
    suyas son las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo;
    con sus manos formó la tierra firme.

Venid, postrémonos reverentes,
    doblemos la rodilla
    ante el Señor nuestro Hacedor.
Porque él es nuestro Dios
    y nosotros somos el pueblo de su prado;
    ¡somos un rebaño bajo su cuidado!

Si oís hoy su voz,
    no endurezcáis el corazón, como en Meribá,[f]
    como aquel día en Masá,[g] en el desierto,
cuando vuestros antepasados me tentaron,
    cuando me pusieron a prueba,
    a pesar de haber visto mis obras.
10 Cuarenta años estuve enojado
    con aquella generación,
y dije: «Son un pueblo mal encaminado
    que no reconoce mis senderos».
11 Así que, en mi enojo, hice este juramento:
    «Jamás entrarán en mi reposo».

96 (B)Cantad al Señor un cántico nuevo;
    cantad al Señor, habitantes de toda la tierra.
Cantad al Señor, alabad su nombre;
    anunciad día tras día su victoria.
Proclamad su gloria entre las naciones,
    sus maravillas entre todos los pueblos.

¡Grande es el Señor y digno de alabanza,
    más temible que todos los dioses!
Todos los dioses de las naciones no son nada,
    pero el Señor ha creado los cielos.
El esplendor y la majestad son sus heraldos;
    hay poder y belleza en su santuario.

Tributad al Señor, pueblos todos,
    tributad al Señor la gloria y el poder.
Tributad al Señor la gloria que merece su nombre;
    traed vuestras ofrendas y entrad en sus atrios.
Postraos ante el Señor en la majestad de su santuario;
    ¡tiemble delante de él toda la tierra!

10 Que se diga entre las naciones:
    «¡El Señor es rey!»
Ha establecido el mundo con firmeza;
    jamás será removido.
    Él juzga a los pueblos con equidad.
11 ¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra!
    ¡Brame el mar y todo lo que él contiene!
12 ¡Canten alegres los campos y todo lo que hay en ellos!
    ¡Canten jubilosos todos los árboles del bosque!
13 ¡Canten delante del Señor, que ya viene!
    ¡Viene ya para juzgar la tierra!
Y juzgará al mundo con justicia,
    y a los pueblos con fidelidad.

97 ¡El Señor es rey!
    ¡Regocíjese la tierra!
    ¡Alégrense las costas más remotas!

Oscuros nubarrones lo rodean;
    la rectitud y la justicia son la base de su trono.
El fuego va delante de él
    y consume a los adversarios que lo rodean.
Sus relámpagos iluminan el mundo;
    al verlos, la tierra se estremece.
Ante el Señor, dueño de toda la tierra,
    las montañas se derriten como cera.
Los cielos proclaman su justicia,
    y todos los pueblos contemplan su gloria.

Sean avergonzados todos los idólatras,
    los que se jactan de sus ídolos inútiles.
    ¡Póstrense ante él todos los dioses!
Señor, a causa de tus juicios
    Sión escucha esto y se alegra,
    y las ciudades de Judá se regocijan.
Porque tú eres el Señor Altísimo,
    por encima de toda la tierra.
    ¡Tú estás muy por encima de todos los dioses!

10 El Señor ama[h] a los que odian[i] el mal;
    él protege la vida de sus fieles,
    y los libra de manos de los impíos.
11 La luz se esparce sobre los justos,
    y la alegría sobre los rectos de corazón.
12 Alegraos en el Señor, vosotros los justos,
    y alabad su santo nombre.

Salmo.

98 Cantad al Señor un cántico nuevo,
    porque ha hecho maravillas.
Su diestra, su santo brazo,
    ha alcanzado la victoria.
El Señor ha hecho gala de su triunfo;
    ha mostrado su justicia a las naciones.
Se ha acordado de su amor y de su fidelidad
    por el pueblo de Israel;
¡todos los confines de la tierra son testigos
    de la salvación de nuestro Dios!

¡Aclamad alegres al Señor, habitantes de toda la tierra!
    ¡Prorrumpid en alegres cánticos y salmos!
¡Cantad salmos al Señor al son del arpa,
    al son del arpa y de coros melodiosos!
¡Aclamad alegres al Señor, el Rey,
    al son de clarines y trompetas!

¡Brame el mar y todo lo que él contiene;
    el mundo y todos sus habitantes!
¡Batan palmas los ríos,
    y canten jubilosos todos los montes!
Canten delante del Señor,
    que ya viene a juzgar la tierra.
Y juzgará al mundo con justicia,
    a los pueblos con equidad.

99 El Señor es rey:
    que tiemblen las naciones.
Él tiene su trono entre querubines:
    que se estremezca la tierra.
Grande es el Señor en Sión,
    ¡excelso sobre todos los pueblos!
Sea alabado su nombre grandioso e imponente:
    ¡él es santo!

Rey poderoso, que amas la justicia:
    tú has establecido la equidad
    y has actuado en Jacob con justicia y rectitud.

Exaltad al Señor nuestro Dios;
    adoradlo ante el estrado de sus pies:
    ¡él es santo!

Moisés y Aarón se contaban entre sus sacerdotes,
    y Samuel, entre los que invocaron su nombre.
Invocaron al Señor, y él les respondió;
    les habló desde la columna de nube.
Cumplieron con sus estatutos,
    con los decretos que él les entregó.

Señor y Dios nuestro, tú les respondiste;
    fuiste para ellos un Dios perdonador,
    aun cuando castigaste sus rebeliones.

Exaltad al Señor nuestro Dios;
    adoradlo en su santo monte:
    ¡Santo es el Señor nuestro Dios!

Salmo de acción de gracias.

100 Aclamad alegres al Señor, habitantes de toda la tierra;
    adorad al Señor con regocijo.
Presentaos ante él
    con cánticos de júbilo.
Reconoced que el Señor es Dios;
    él nos hizo, y somos suyos.[j]
    Somos su pueblo, ovejas de su prado.

Entrad por sus puertas con acción de gracias;
    venid a sus atrios con himnos de alabanza;
    dadle gracias, alabad su nombre.
Porque el Señor es bueno y su gran amor es eterno;
    su fidelidad permanece para siempre.

Salmo de David.

101 Quiero cantar al amor y a la justicia:
    quiero, Señor, cantarte salmos.
Quiero triunfar en el camino de perfección:
    ¿cuándo me visitarás?
Quiero conducirme en mi propia casa
    con integridad de corazón.
No me pondré como meta
    nada en que haya perversidad.

Las acciones de gente desleal las aborrezco;
    no tendrán nada que ver conmigo.
Alejaré de mí toda intención perversa;
    no tendrá cabida en mí la maldad.

Al que en secreto calumnie a su prójimo,
    lo haré callar para siempre;
al de ojos altivos y corazón soberbio
    no lo soportaré.

Pondré mis ojos en los fieles de la tierra,
    para que habiten conmigo;
solo estarán a mi servicio
    los de conducta intachable.

Jamás habitará bajo mi techo
    nadie que practique el engaño;
jamás prevalecerá en mi presencia
    nadie que hable con falsedad.

Cada mañana reduciré al silencio
    a todos los impíos que hay en la tierra;
extirparé de la ciudad del Señor
    a todos los malhechores.

Oración de un afligido que, a punto de desfallecer, da rienda suelta a su lamento ante el Señor.

102 Escucha, Señor, mi oración;
    llegue a ti mi clamor.
No escondas de mí tu rostro
    cuando me encuentro angustiado.
Inclina a mí tu oído;
    respóndeme pronto cuando te llame.

Pues mis días se desvanecen como el humo,
    los huesos me arden como brasas.
Mi corazón decae y se marchita como la hierba;
    ¡hasta he perdido el apetito!
A causa de mis fuertes gemidos
    se me pueden contar los huesos.[k]
Parezco una lechuza del desierto;
    soy como un búho entre las ruinas.
No logro conciliar el sueño;
    parezco ave solitaria sobre el tejado.
A todas horas me ofenden mis enemigos,
    y hasta usan mi nombre para maldecir.
Las cenizas son todo mi alimento;
    mis lágrimas se mezclan con mi bebida.
10 ¡Por tu enojo, por tu indignación,
    me levantaste para luego arrojarme!
11 Mis días son como sombras nocturnas;
    me voy marchitando como la hierba.

12 Pero tú, Señor, reinas eternamente;
    tu nombre perdura por todas las generaciones.
13 Te levantarás y tendrás piedad de Sión,
    pues ya es tiempo de que la compadezcas.
    ¡Ha llegado el momento señalado!
14 Tus siervos sienten cariño por sus ruinas;
    los mueven a compasión sus escombros.

15 Las naciones temerán el nombre del Señor;
    todos los reyes de la tierra reconocerán su majestad.
16 Porque el Señor reconstruirá a Sión,
    y se manifestará en su esplendor.
17 Atenderá la oración de los desamparados,
    y no desdeñará sus ruegos.
18 Que se escriba esto para las generaciones futuras,
    y que el pueblo que será creado alabe al Señor.
19 Miró el Señor desde su altísimo santuario;
    contempló la tierra desde el cielo,
20 para oír los lamentos de los cautivos
    y liberar a los condenados a muerte;
21 para proclamar en Sión el nombre del Señor
    y anunciar en Jerusalén su alabanza,
22 cuando todos los pueblos y los reinos
    se reúnan para adorar al Señor.

23 En el curso de mi vida acabó Dios con mis fuerzas;[l]
me redujo los días. 24     Por eso dije:
«No me lleves, Dios mío, a la mitad de mi vida;
    tú permaneces por todas las generaciones.
25 En el principio tú afirmaste la tierra,
    y los cielos son la obra de tus manos.
26 Ellos perecerán, pero tú permaneces.
    Todos ellos se desgastarán como un vestido.
Y como ropa los cambiarás,
    y los dejarás de lado.
27 Pero tú eres siempre el mismo,
    y tus años no tienen fin.
28 Los hijos de tus siervos se establecerán,
    y sus descendientes habitarán en tu presencia».

Salmo de David.

103 Alaba, alma mía, al Señor;
    alabe todo mi ser su santo nombre.
Alaba, alma mía, al Señor,
    y no olvides ninguno de sus beneficios.
Él perdona todos tus pecados
    y sana todas tus dolencias;
él rescata tu vida del sepulcro
    y te cubre de amor y compasión;
él colma de bienes tu vida[m]
    y te rejuvenece como a las águilas.

El Señor hace justicia
    y defiende a todos los oprimidos.
Dio a conocer sus caminos a Moisés;
    reveló sus obras al pueblo de Israel.

El Señor es clemente y compasivo,
    lento para la ira y grande en amor.
No sostiene para siempre su querella
    ni guarda rencor eternamente.
10 No nos trata conforme a nuestros pecados
    ni nos paga según nuestras maldades.
11 Tan grande es su amor por los que le temen
    como alto es el cielo sobre la tierra.
12 Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones
    como lejos del oriente está el occidente.
13 Tan compasivo es el Señor con los que le temen
    como lo es un padre con sus hijos.
14 Él conoce nuestra condición;
    sabe que somos de barro.

15 El hombre es como la hierba,
    sus días florecen como la flor del campo:
16 sacudida por el viento,
    desaparece sin dejar rastro alguno.
17 Pero el amor del Señor es eterno
    y siempre está con los que le temen;
su justicia está con los hijos de sus hijos,
18     con los que cumplen su pacto
y se acuerdan de sus preceptos
    para ponerlos por obra.

19 El Señor ha establecido su trono en el cielo;
    su reinado domina sobre todos.

20 Alabad al Señor, vosotros sus ángeles,
    que ejecutáis su palabra
    y obedecéis su mandato.
21 Alabad al Señor, todos sus ejércitos,
    siervos suyos que cumplís su voluntad.
22 Alabad al Señor, todas sus obras
    en todos los ámbitos de su dominio.

¡Alaba, alma mía, al Señor!

104 ¡Alaba, alma mía, al Señor!

Señor mi Dios, tú eres grandioso;
    te has revestido de gloria y majestad.
Te cubres[n] de luz como con un manto;
    extiendes los cielos como un velo.
Afirmas sobre las aguas tus altos aposentos
    y haces de las nubes tus carros de guerra.
    ¡Tú cabalgas sobre las alas del viento!
Haces de los vientos tus mensajeros,[o]
    y de las llamas de fuego tus servidores.

Tú pusiste la tierra sobre sus cimientos,
    y de allí jamás se moverá;
la revestiste con el mar,
    y las aguas se detuvieron sobre los montes.
Pero a tu reprensión huyeron las aguas;
    ante el estruendo de tu voz se dieron a la fuga.
Ascendieron a los montes,
    descendieron a los valles,
    al lugar que tú les asignaste.
Pusiste una frontera que ellas no pueden cruzar;
    ¡jamás volverán a cubrir la tierra!

10 Tú haces que los manantiales
    viertan sus aguas en las cañadas,
    y que fluyan entre las montañas.
11 De ellas beben todas las bestias del campo;
    allí los asnos monteses calman su sed.
12 Las aves del cielo anidan junto a las aguas
    y cantan entre el follaje.
13 Desde tus altos aposentos riegas las montañas;
    la tierra se sacia con el fruto de tu trabajo.
14 Haces que crezca la hierba para el ganado,
    y las plantas que la gente cultiva
    para sacar de la tierra su alimento:
15 el vino que alegra el corazón,
    el aceite que hace brillar el rostro,
    y el pan que sustenta la vida.
16 Los árboles del Señor están bien regados,
    los cedros del Líbano que él plantó.
17 Allí las aves hacen sus nidos;
    en los cipreses tienen su hogar las cigüeñas.
18 En las altas montañas están las cabras monteses,
    y en los escarpados peñascos tienen su madriguera los tejones.

19 Tú hiciste[p] la luna, que marca las estaciones,
    y el sol, que sabe cuándo ocultarse.
20 Tú traes la oscuridad, y cae la noche,
    y en sus sombras se arrastran los animales del bosque.
21 Los leones rugen, reclamando su presa,
    exigiendo que Dios les dé su alimento.
22 Pero al salir el sol se escabullen,
    y vuelven a echarse en sus guaridas.
23 Sale entonces la gente a cumplir sus tareas,
    a hacer su trabajo hasta el anochecer.

24 ¡Oh Señor, cuán numerosas son tus obras!
    ¡Todas ellas las hiciste con sabiduría!
    ¡Rebosa la tierra con todas tus criaturas!
25 Allí está el mar, ancho e infinito,[q]
    que abunda en animales, grandes y pequeños,
    cuyo número es imposible conocer.
26 Allí navegan los barcos y se mece Leviatán,
    que tú creaste para jugar con él.

27 Todos ellos esperan de ti
    que a su tiempo les des su alimento.
28 Tú les das, y ellos recogen;
    abres la mano, y se colman de bienes.
29 Si escondes tu rostro, se aterran;
    si les quitas el aliento, mueren y vuelven al polvo.
30 Pero, si envías tu Espíritu, son creados,
    y así renuevas la faz de la tierra.

31 Que la gloria del Señor perdure eternamente;
    que el Señor se regocije en sus obras.
32 Él mira la tierra y la hace temblar;
    toca los montes y los hace echar humo.

33 Cantaré al Señor toda mi vida;
    cantaré salmos a mi Dios mientras tenga aliento.
34 Quiera él agradarse de mi meditación;
    yo, por mi parte, me alegro en el Señor.
35 Que desaparezcan de la tierra los pecadores;
    ¡que no existan más los malvados!

¡Alaba, alma mía, al Señor!

¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor![r]

105 (C)Dad gracias al Señor, invocad su nombre;
    dad a conocer sus obras entre las naciones.
Cantadle, entonadle salmos;
    hablad de todas sus maravillas.
Sentíos orgullosos de su santo nombre;
    alégrese el corazón de los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su fuerza;
    buscad siempre su rostro.

Recordad las maravillas que ha realizado,
    sus señales, y los decretos que ha emitido.
¡Vosotros, descendientes de Abraham su siervo!
    ¡Vosotros, hijos de Jacob, elegidos suyos!
Él es el Señor, nuestro Dios;
    en toda la tierra están sus decretos.

Él siempre tiene presente su pacto,
    la palabra que ordenó para mil generaciones.
Es el pacto que hizo con Abraham,
    el juramento que le hizo a Isaac.
10 Se lo confirmó a Jacob como un decreto,
    a Israel como un pacto eterno,
11 cuando dijo: «Te daré la tierra de Canaán
    como la herencia que te toca».

12 Aun cuando eran pocos en número,
    unos cuantos extranjeros en la tierra
13 que andaban siempre de nación en nación
    y de reino en reino,
14 a nadie permitió que los oprimiera,
    sino que por ellos reprendió a los reyes:
15 «No toquéis a mis ungidos;
    no hagáis daño a mis profetas».

16 Dios provocó hambre en la tierra
    y destruyó todos sus trigales.[s]
17 Pero envió delante de ellos a un hombre:
    a José, vendido como esclavo.
18 Le sujetaron los pies con grilletes,
    entre hierros le aprisionaron el cuello,
19 hasta que se cumplió lo que él predijo
    y la palabra del Señor probó que él era veraz.
20 El rey ordenó ponerlo en libertad,
    el gobernante de los pueblos lo dejó libre.
21 Le dio autoridad sobre toda su casa
    y lo puso a cargo de cuanto poseía,
22 con pleno poder para instruir[t] a sus príncipes
    e impartir sabiduría a sus ancianos.

Footnotes

  1. 90:10 Tantos años de vida. Lit. Su orgullo.
  2. 90:17 Que el favor. Alt. Que la belleza.
  3. 91:9 tu. Lit. mi.
  4. 94:1 ¡manifiéstate! Lit. resplandece.
  5. 94:20 de reyes corruptos. Lit. del trono corrupto.
  6. 95:8 En hebreo, Meribá significa altercado.
  7. 95:8 En hebreo, Masá significa prueba o provocación.
  8. 97:10 El Señor ama (lectura probable); Los que aman al Señor (TM).
  9. 97:10 a los que odian (Siríaca y algunos mss. hebreos); vosotros odiáis (TM).
  10. 100:3 y somos suyos (Targum, Qumrán y mss.); y no nosotros (TM).
  11. 102:5 se me pueden contar los huesos. Lit. se me pegan los huesos a la carne.
  12. 102:23 mis fuerzas. Lit. su fuerza.
  13. 103:5 vida. Palabra de difícil traducción.
  14. 104:2 Te cubres. Lit. Él se cubre.
  15. 104:4 mensajeros. Alt. ángeles.
  16. 104:19 Tú hiciste. Lit. Él hace.
  17. 104:25 infinito. Lit. amplio de manos.
  18. 104:35 En LXX este verso aparece al principio del Salmo 105.
  19. 105:16 todos sus trigales. Lit. todo bastón de pan.
  20. 105:22 instruir (LXX, Siríaca y Vulgata); atar (TM).