Evangelio Viviente
Mirando con el alma
Hace unos días leí un pensamiento que decía: “El problema no es que haya inteligencias extraterrestres, sino que exista tanta ignorancia aquí en la tierra”.
Hay hombres y mujeres con la mente tan atrofiada, nublada o cargada de prejuicios que, aunque tienen ojos físicos, no pueden mirar con los ojos del alma. Ven solo el lado material de las cosas, pero no disciernen el poder espiritual que las produce.
En el capítulo 9 del Evangelio de Juan encontramos un relato que ilustra lo que acabamos de mencionar. El Señor se encontró con un hombre ciego de nacimiento (“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento”, v. 1). Jesús “escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo” (vv. 6, 7). La noticia de este milagro se esparció por todos lados. Ante aquella manifestación de la gracia y el poder de Dios, los fariseos querían que el hombre que había recibido la vista dijera públicamente que Jesús era malo, perverso, diabólico. Como se negó a hacerlo, expulsaron al hombre de la sinagoga. Poco después, Jesús fue al encuentro del hombre y le dijo: “¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró. Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados” (vv. 35-39).
Hay quienes ven mucho con los ojos físicos, pero no ven con los ojos del espíritu. Pero también hay quienes no ven bien con los ojos físicos, pero si ven muy bien con los ojos del alma.
Reflexión:
Mi mente iluminada por Dios puede contemplar lo que está más allá del tiempo en que vivo y del mundo en que me muevo.