Add parallel Print Page Options

Libro de los oráculos (7—8)

El ayuno conmemorativo

El año cuarto del reinado de Darío, en el día cuarto del noveno mes —el mes de Casleu—, el Señor dirigió su palabra a Zacarías. Betel-Sareser había enviado a Réguem-Mélec, junto con sus colaboradores, para implorar el perdón del Señor y preguntar a los sacerdotes del Templo del Señor del universo y a los profetas lo siguiente:

— ¿Debemos hacer duelo el quinto mes y ayunar tal como lo hemos hecho durante muchos años?

Entonces el Señor del universo me dirigió su palabra en estos términos:

— Di a los sacerdotes y a todo el pueblo de la tierra:

— Cuando ayunabais y hacíais duelo en el quinto y séptimo mes desde hace ya setenta años, ¿acaso lo hacíais para honrarme a mí? Y cuando comíais y bebíais, ¿no lo hacíais acaso para vuestro provecho? Además, ¿no eran ésas las palabras que el Señor pronunció por medio de los más antiguos profetas, cuando Jerusalén y las ciudades de su entorno estaban habitadas y vivían en paz, y cuando el Négueb y la Sefela estaban también habitados?

De nuevo el Señor dirigió su palabra a Zacarías:

— Así dice el Señor del universo: Juzgad con justicia y equidad, y practicad con vuestros hermanos el amor y la fidelidad. 10 No oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero o al pobre, y no maquinéis en vuestro interior nada malo contra el prójimo. 11 Pero no me hicieron caso, sino que me volvieron la espalda y, rebeldes, rehusaron escucharme. 12 Endurecieron como un diamante su corazón para no prestar oído a la ley ni a las palabras que el Señor del universo les dirigía inspirando a los antiguos profetas. A causa de ello el Señor del universo se enojó sobremanera. 13 Y así como el Señor llamó y ellos no escucharon, así yo —dice el Señor del universo— tampoco los escuché cuando me invocaron, 14 sino que los dispersé entre naciones que no conocían. La tierra quedó asolada cuando ellos la abandonaron y nadie pasaba por allí. Así es como convirtieron en desierto un país tan espléndido.

El ayuno que Dios reprueba

Aconteció que en el año cuarto del rey Darío vino palabra de Jehová a Zacarías, a los cuatro días del mes noveno, que es Quisleu, cuando el pueblo de Bet-el había enviado a Sarezer, con Regem-melec y sus hombres, a implorar el favor de Jehová, y a hablar a los sacerdotes que estaban en la casa de Jehová de los ejércitos, y a los profetas, diciendo: ¿Lloraremos en el mes quinto? ¿Haremos abstinencia como hemos hecho ya algunos años? Vino, pues, a mí palabra de Jehová de los ejércitos, diciendo: Habla a todo el pueblo del país, y a los sacerdotes, diciendo: Cuando ayunasteis y llorasteis en el quinto y en el séptimo mes estos setenta años, ¿habéis ayunado para mí? Y cuando coméis y bebéis, ¿no coméis y bebéis para vosotros mismos? ¿No son estas las palabras que proclamó Jehová por medio de los profetas primeros, cuando Jerusalén estaba habitada y tranquila, y sus ciudades en sus alrededores y el Neguev y la Sefela estaban también habitados?

La desobediencia, causa del cautiverio

Y vino palabra de Jehová a Zacarías, diciendo: Así habló Jehová de los ejércitos, diciendo: Juzgad conforme a la verdad, y haced misericordia y piedad cada cual con su hermano; 10 no oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre; ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano. 11 Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír; 12 y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos. 13 Y aconteció que así como él clamó, y no escucharon, también ellos clamaron, y yo no escuché, dice Jehová de los ejércitos; 14 sino que los esparcí con torbellino por todas las naciones que ellos no conocían, y la tierra fue desolada tras ellos, sin quedar quien fuese ni viniese; pues convirtieron en desierto la tierra deseable.

Justicia y misericordia en lugar de ayuno

En el cuarto año del reinado del rey Darío, en el día cuatro del mes noveno, que es el mes de quisleu, la palabra del Señor vino a Zacarías. El pueblo de Betel había enviado a Sarézer y a Reguen Mélec, y a sus hombres, a buscar el favor del Señor y a preguntarles a los sacerdotes del Templo del Señor de los Ejércitos y a los profetas: «¿Debemos seguir llorando y ayunando en el quinto mes, tal como lo hemos hecho todos estos años?».

Vino entonces a mí esta palabra de parte del Señor de los Ejércitos: «Dile a todo el pueblo de la tierra y también a los sacerdotes: “Cuando ustedes ayunaban y se lamentaban en los meses quinto y séptimo de los últimos setenta años, ¿realmente ayunaban por mí? Y cuando comen y beben, ¿acaso no lo hacen para sí mismos?

»”¿No son estas las palabras que por medio de los antiguos profetas el Señor mismo proclamó cuando Jerusalén y las ciudades cercanas estaban habitadas y tenían paz, cuando el Néguev y las llanuras occidentales también estaban habitadas?”».

La palabra del Señor vino de nuevo a Zacarías. Le dijo:

«Así dice el Señor de los Ejércitos:

»“Juzguen con verdadera justicia;
    muestren amor y compasión
    los unos por los otros.
10 No opriman a las viudas ni a los huérfanos,
    ni a los extranjeros, ni a los pobres.
No maquinen el mal en su corazón
    los unos contra los otros”.

11 »Pero ellos se negaron a hacer caso. Desafiantes, volvieron la espalda y se taparon los oídos. 12 Para no oír la Ley ni las palabras que por medio de los antiguos profetas el Señor de los Ejércitos había enviado con su Espíritu; endurecieron su corazón como el diamante. Por lo tanto, el Señor de los Ejércitos se llenó de ira. 13 “Como no me escucharon cuando los llamé, tampoco yo los escucharé cuando ellos me llamen —dice el Señor de los Ejércitos—. 14 Como con un torbellino, los dispersé entre todas las naciones que no conocían. La tierra que dejaron quedó tan desolada que nadie siquiera pasaba por ella. Fue así como convirtieron en ruina la tierra que antes era apetecible”».