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La historia de Susana

13 1-4 En Babilonia vivía un hombre muy rico llamado Joaquín. Tenía un gran jardín junto a su casa, y como era muy respetado, todos los judíos iban con frecuencia a visitarlo.

Joaquín se había casado con Susana, una mujer muy hermosa que era hija de un hombre llamado Hilquías. Tanto Hilquías como su esposa eran personas muy honestas, y habían educado a Susana de acuerdo con las enseñanzas que Dios le había dado a Moisés, por eso ella obedecía a Dios en todo.

Aquel año, el pueblo había elegido a dos ancianos para que fueran jueces. Pero los dos eran de esas personas que Dios había descrito con estas palabras: «En Babilonia los jueces dicen ser los guías del pueblo, pero ellos mismos son el origen de la maldad».

Esos dos jueces estaban todo el tiempo en casa de Joaquín, y la gente que tenía problemas legales, iba a ellos para resolverlos.

Los dos jueces malvados

7-11 Al mediodía, cuando la gente se marchaba, Susana acostumbraba salir con su esposo a pasear por el jardín. Los dos jueces la observaban con mucha atención, pues habían dejado de seguir los mandamientos de Dios, y se habían llenado de malos pensamientos. Ambos hombres querían tener relaciones sexuales con Susana, pero no lo decían por vergüenza, así que ninguno de los dos sabía lo que el otro estaba pensando. 12 Cada día, los dos jueces esperaban con ansias el momento de verla.

13 Un día, se dijeron: «Ya es hora de ir a comer». Y cada uno se fue por su lado. 14 Sin embargo, los dos regresaron al mismo lugar, y tuvieron que admitir que ambos deseaban tener relaciones con Susana. Entonces se pusieron de acuerdo para sorprenderla sola en algún momento.

15 Cierto día se les presentó la oportunidad. Susana salió como de costumbre al jardín, pero esta vez, acompañada de dos sirvientas. Como hacía mucho calor, quiso bañarse, 16-18 y les dijo a sus sirvientas: «Tráiganme cremas y perfumes, porque voy a bañarme, y cierren bien las puertas del jardín».

Las sirvientas cerraron las puertas y fueron a buscar lo que Susana les había pedido, pero no vieron a los dos jueces. Ellos estaban escondidos, espiando a Susana.

19 En cuanto las sirvientas se fueron, los dos jueces salieron corriendo a donde estaba Susana, 20 y le dijeron:

—Deseamos tener relaciones sexuales contigo. Ven, acuéstate con nosotros. Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve. 21 Si no aceptas, diremos que estabas teniendo relaciones con un joven, y que por eso mandaste fuera a tus sirvientas.

22 Susana se angustió mucho, y dijo:

—¡No tengo escapatoria! Si hago lo que ustedes me piden, el pueblo me condenará a muerte; y si no lo hago, ustedes me acusarán. 23 Pero antes que ofender a Dios, prefiero que ustedes me acusen.

24 Susana empezó a gritar con fuerzas, y también los dos jueces gritaron. 25 Uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín.

26 Cuando la gente de la casa escuchó los gritos, entró por la puerta lateral del jardín para ver qué pasaba. 27 Entonces los jueces empezaron a contar su versión de lo sucedido, y todos los sirvientes de la casa se sintieron muy avergonzados, pues nunca se había dicho algo así de Susana.

Los jueces acusan a Susana

28 Al día siguiente, todo el pueblo se reunió en la casa de Joaquín, el esposo de Susana. También llegaron los dos jueces, con el deseo de que condenaran a Susana a muerte, 29 y ordenaron que la trajeran.

30 Ella llegó acompañada de todos sus familiares. 31-32 Como ella iba cubierta con un velo, los malvados jueces le ordenaron que se lo quitara, para poder disfrutar de su belleza, pues ella era muy delicada y hermosa.

33 Pero al verla, todos sus familiares y los que estaban allí se pusieron a llorar.

34 Los dos jueces se pusieron de pie, y en medio de toda la gente, pusieron sus manos sobre la cabeza de Susana. 35 Como ella confiaba en Dios, aunque estaba llorando, miraba hacia el cielo.

36 Entonces los dos jueces la acusaron de esta manera:

«Nosotros dos estábamos solos, paseando por el jardín, cuando vimos a esta mujer llegar con dos sirvientas. Les ordenó que cerraran las puertas del jardín y que se fueran. 37 Luego salió un joven, que estaba escondido, y ella tuvo relaciones sexuales con él.

38 »Nosotros estábamos en una orilla del jardín, y al ver lo que hacían, corrimos hacia donde estaban. 39 Los sorprendimos abrazados, pero no pudimos atrapar al joven porque era más fuerte que nosotros, y se pudo escapar. 40 Pero a ésta sí la agarramos, y aunque le preguntamos quién era ese joven, 41 no quiso decirlo. Nosotros somos testigos de todo esto».

Y como ellos eran líderes del pueblo y además jueces, toda la gente les creyó, y condenaron a Susana a muerte.

Daniel salva a Susana

42 Entonces Susana gritó con todas sus fuerzas:

«¡Dios mío, tú vives para siempre;
tú conoces todos los secretos,
y sabes todo lo que va a suceder!
43 ¡Tú sabes que estos hombres
me han acusado con mentiras!
¡Ayúdame, pues voy a morir!
Estos malvados me acusan falsamente.
¡Yo soy inocente!»

44 Y Dios escuchó su oración.

45 Mientras la llevaban al lugar donde la iban a matar, Dios hizo que su espíritu santo actuara en un joven llamado Daniel, 46 el cual gritó con mucha fuerza:

—¡Yo no me hago responsable de la muerte de esta mujer!

47 Toda la gente se volteó a verlo, y le preguntaron:

—¿Qué quieres decir?

48 Entonces Daniel, se puso en medio de todos, y les dijo:

—¡Israelitas! ¿Están locos? ¿Cómo es posible que condenen a una mujer de nuestro pueblo sin investigar bien lo que pasó? 49 ¡Regresen a la sala del juicio, porque a esta mujer la han acusado falsamente!

50 Entonces todo el pueblo regresó al tribunal, y los otros jueces le dijeron a Daniel:

—Dios mismo te ha nombrado juez, así que ven, siéntate entre nosotros y dinos qué sucede.

51 Daniel les pidió que separaran a los dos jueces malvados, para hacerle una pregunta a uno sin que el otro escuchara la respuesta. 52 Y así lo hicieron. Entonces Daniel le preguntó a uno de ellos:

—Lo que tienes de viejo lo tienes de malvado, pero ahora vas a pagar todas tus maldades. 53 Dios ha ordenado que no se debe matar al justo ni al inocente, pero tú has condenado a muerte a mucha gente inocente.

54 »Ahora pues, ya que dices que tú viste pecar a Susana, dinos, ¿debajo de qué árbol estaban abrazados?

Y el juez malvado contestó:

—Debajo de un árbol de castañas.

55 Daniel le dijo:

—Por mentiroso vas a ser castigado; el ángel de Dios te partirá en dos.

56 Luego Daniel dio la orden de que se llevaran a ese juez y trajeran al otro. Al llegar le dijo:

—¡Tú ni siquiera eres judío, eres un cananeo! La belleza de las mujeres te tendió una trampa, y tus malos deseos te llenaron de malos pensamientos.

57 »Ustedes dos siempre han hecho lo mismo con las mujeres judías; las amenazan, y ellas, por miedo, han tenido relaciones sexuales con ustedes. Pero esta mujer judía no aceptó participar de su maldad.

58 »Ahora dime, ¿debajo de qué árbol encontraron abrazados a Susana y al joven?

—Debajo de un árbol de encina, —respondió el juez.

59 Y Daniel le dijo:

—Por mentiroso vas a ser castigado; el ángel de Dios dejará caer su espada encima de ti, y te partirá por la mitad. Así morirán ustedes dos.

60 Todos los presentes se pusieron a dar fuertes gritos, y bendijeron a Dios, pues él salva a quienes confían en él.

61 Y como Daniel había logrado que ambos jueces se condenaran a sí mismos por sus propias palabras, la gente se puso en contra de ellos, y les impusieron el mismo castigo que ellos habían preparado para Susana. 62 De acuerdo con la ley de Moisés, los condenaron a muerte.

Ese día, se salvó de la muerte a una mujer inocente. 63 Susana no había hecho nada vergonzoso, y todos sus parientes le dieron gracias a Dios.

64 A partir de ese día, Daniel fue muy respetado por todo el pueblo.