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65-66 ―¡Blasfemia! —gritó el sumo sacerdote, rasgándose la ropa—. ¿Qué más testigos necesitamos? ¡Él mismo lo ha confesado! ¿Cuál es el veredicto de ustedes?

―¡Que muera!, ¡que muera! —le respondieron.

67 Entonces le escupieron el rostro, lo golpearon y lo abofetearon.

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