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29 Pero ellos le insistieron diciendo:

—Quédate con nosotros, porque es tarde y el día ya ha declinado.

Entró, pues, para quedarse con ellos. 30 Y sucedió que, estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo y les dio. 31 Entonces fueron abiertos los ojos de ellos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.

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