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Los hermanos de su madre hablaron de él en los mismos términos a todos los señores de Siquén, y el corazón de estos se inclinó hacia Abimélec, porque se decían: “Es nuestro hermano”. Le dieron setenta siclos de plata del templo de Baal Berit, con los que Abimélec contrató a unos hombres miserables y vagabundos, que se fueron con él. Se dirigió a casa de su padre, a Ofrá, y mató a sus hermanos, los hijos de Jerubaal, setenta hombres en total, sobre una misma piedra. Sólo escapó Jotán, el hijo pequeño de Jerubaal, porque se escondió.

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