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16 «¡Canten a mi Dios!
¡Hagan sonar las panderetas!
¡Alaben a Dios con los platillos!
¡Eleven en su honor un nuevo canto!
¡Bendigan y alaben su nombre!

»Dios pone fin a las guerras.
Él me libró de mis enemigos,
y me guió hasta su campamento.

»De las montañas del norte
vinieron los asirios.
Miles y miles de soldados
llenaron los valles;
sus muchos caballos
cubrieron los montes.

»Pensaban quemar mi tierra
y acabar con nuestros jóvenes.
Querían estrellar contra el suelo
a los recién nacidos,
y querían llevarse prisioneras
a las jovencitas de mi pueblo.

»Pero nuestro poderoso Dios
derrotó a los asirios.
Al hombre más fuerte de su ejército
no lo mataron los mejores soldados;
no lo mataron hombres valientes,
ni fue derrotado por gigantes.
¡Lo venció una mujer, la hija de Merarí!
¡Judit lo cautivó con su belleza!

7-8 »Judit nos libró del dominio asirio.
Para atrapar a Holofernes,
se quitó la ropa de viuda,
se puso su mejor vestido,
se perfumó con sus fragancias,
y se puso una diadema en la cabeza.
Con sus finas sandalias
cautivó la mirada de Holofernes;
con su hermosura lo conquistó,
¡y con la espada le cortó la cabeza!

10 »Los persas se espantaron
al ver la valentía de Judit;
a los medos les dio miedo
saber lo que ella había hecho.

11 »Entonces mi débil pueblo
gritó con todas sus fuerzas,
y el enemigo tuvo miedo.
Mi humilde pueblo gritó,
y el enemigo salió corriendo.
12 ¡Esos cobardes murieron!
¡No lograron escapar
porque mi Dios los derrotó!

13 »Voy a cantarle a mi Dios
esta nueva canción.
¡Mi Dios, grande es tu poder!
¡Eres un Dios admirable!
¡Nadie te puede vencer!

14 »Con tan sólo una orden tuya
todo comenzó a existir.
Con un soplo de tu aliento
toda tu creación cobró vida.
¡Que todo lo que respira te adore!

»¡Tú hablas y todos te obedecen!
15 Al oír tu voz, tiemblan las montañas,
las aguas se desbordan
y las rocas se derriten.
Pero con los que te adoran
eres un Dios bondadoso.

16 »Para ti, mi Dios,
las ofrendas y los sacrificios
no tienen ningún valor.
Pero al que te respeta
lo haces famoso para siempre.

17 »Cuando llegue el día
en que el Dios todopoderoso
juzgue a las naciones,
les va a ir muy mal
a los enemigos de mi pueblo.
¡Dios los hará sufrir
con fuego y con gusanos!
Será tan fuerte su dolor
que nunca dejarán de llorar.»

El final de la historia

18 Cuando los soldados llegaron a Jerusalén, todos adoraron a Dios. Luego el pueblo cumplió con las ceremonias de purificación y le presentó a Dios toda clase de ofrendas.

19-20 Los israelitas hicieron fiesta frente al templo de Jerusalén durante tres meses. Todo ese tiempo, Judit permaneció con ellos, y dedicó a Dios la vajilla que el pueblo le había regalado, y también el toldo que le había quitado a Holofernes.

21 Terminada la fiesta, la gente volvió a sus casas. También Judit regresó a Betulia para encargarse de sus bienes. Mientras vivió, fue muy reconocida en todo el país. 22 No volvió a casarse, aunque muchos hombres le propusieron matrimonio. Tampoco volvió a tener relaciones sexuales después de la muerte de su esposo Manasés.

23-25 Cada día Judit se volvía más famosa. Vivió en la casa que le dejó su esposo, y le concedió la libertad a su empleada de confianza. Antes de su muerte, Judit había repartido su fortuna entre sus propios familiares y los de su esposo.

Judit murió en Betulia, a la edad de ciento cinco años, y fue enterrada en la tumba de su esposo. Los israelitas lloraron su muerte durante siete días.

Mientras Judit vivió, y aun mucho tiempo después de su muerte, ningún país se atrevió a pelear contra los israelitas.