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Pero el Señor desató sobre el mar un fuerte viento, y hubo una tempestad tan grande en el mar(A) que el barco estuvo a punto de romperse. Los marineros tuvieron miedo y cada uno clamaba a su dios(B); y arrojaron al mar la carga que estaba en el barco para aligerarlo(C). Pero Jonás había bajado a la bodega del barco, se había acostado y dormía profundamente. El capitán se le acercó y le dijo: «¿Cómo es que estás durmiendo? ¡Levántate, invoca a tu Dios(D)! Quizás tu Dios piense en nosotros y no pereceremos(E)».

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