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30 Jamás me permití hablar mal de mis enemigos
    ni desearles la muerte.
31 La gente de mi casa decía: “No hay nadie que haya quedado insatisfecho
    con la carne que Job le ha dado”.
32 El que ha llegado de otra parte no tuvo que dormir en la calle;
    yo abría mis puertas al viajero.

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