Add parallel Print Page Options

En cambio, tú reniegas del temor de Dios;
tienes en poco la devoción en su presencia.
Pero tu misma maldad te condena al hablar,
pues hablas como cualquier hombre astuto.
Tus propias palabras te condenan, no las mías;
¡son tus labios los que hablan contra ti!

Read full chapter