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Quisiera que mi cabeza fuera un manantial
    y mis ojos se convirtieran en una fuente de lágrimas.
Así podría llorar día y noche
    por todos los muertos de mi pueblo.

¡Ojalá tuviera una choza en el desierto,
    para abandonar a mi pueblo y alejarme de él!
Todos ellos han sido infieles,
    son un pueblo de traidores.

«Su lengua es como un arco
    y sus mentiras son las flechas.
En el país domina la mentira, no la verdad,
    pues cada día van de mal en peor;
No me conocen».
    Lo dice el SEÑOR.

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