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Por su propia culpa perderán
el país que yo les había dado.
Serán esclavos en una tierra
que ustedes no conocen.

»¡Es tan grande mi enojo
que parece un fuego
que nunca se apaga!

»Yo, el Dios de Israel, declaro:

“¡Maldito quien confía en los demás!
¡Maldito quien confía en sí mismo!
¡Maldito quien se aleja de mí!
Son como las espinas del desierto,
que nunca disfrutarán del agua,
pues viven en tierras áridas,
donde nada crece.

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