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Sus hijos se acuerdan de los altares
    y de las estatuas de Aserá
que estaban junto a los árboles frondosos,
    en las altas colinas.
Mi monte y sus campos,
    tu riqueza y todos tus tesoros,
los entregaré como un premio
    por el que nadie pagará nada.
Haré eso debido al pecado
    que hay dentro de tus fronteras.
Por culpa tuya, perderás
    lo que te di como herencia.
Te convertiré en esclava de tus enemigos
    en un país que ni conoces,
porque has hecho encender mi ira
    como un fuego que arderá para siempre».

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