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El extranjero que por su propia voluntad
    se ha unido al Señor no debe decir:
    «El Señor me excluirá de su pueblo».
Tampoco debe decir el eunuco:
    «No soy más que un árbol seco».

Porque así dice el Señor:

«A los eunucos que observen mis sábados,
    que elijan lo que me agrada
    y sean fieles a mi pacto,
les concederé ver grabado su nombre
    dentro de mi templo y de mi ciudad;
    ¡eso les será mejor que tener hijos e hijas!
También les daré un nombre eterno
    que jamás será borrado.

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