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Por lo tanto sobre ellos cae la maldición de Dios: quedan aislados, destruidos por la sequía, pocos quedarán con vida.

Todos los goces de la vida huirán, la vendimia fracasará, no habrá vino, los festejadores suspirarán y llorarán. No se escucharán más las melodiosas cuerdas del arpa ni la pandereta, se acabaron los días dichosos.

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