Add parallel Print Page Options

Por eso una maldición consume la tierra,
    y los culpables son sus habitantes.
Por eso el fuego los consume,
    y solo quedan unos cuantos.
Languidece el vino nuevo, desfallece la vid;
    gimen todos los corazones alegres.
Cesó el ritmo de los tambores,
    se aplacó el bullicio de los que se divierten,
    se apagó el júbilo del arpa.

Read full chapter