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Pero sucede lo contrario. Cada año, cuando ofrecen esos sacrificios, lo único que logran es recordar sus pecados. Porque la sangre de los toros y de los chivos que se sacrifican no puede quitar los pecados.

5-6 Por eso, cuando Cristo vino a este mundo, le dijo a Dios:

«Tú no pides sacrificios
a cambio de tu perdón;
por eso me has dado un cuerpo.

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