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Pero una noche Dios visitó a Abimelec en sueños, y le dijo:

«Puedes darte por muerto, pues la mujer que has tomado ya es casada.»

Como Abimelec no se había acercado a ella, dijo:

«Señor, ¿acaso también a la gente inocente le quitas la vida? ¿Acaso no me dijo él: “Es mi hermana”? Y también ella dijo: “Es mi hermano”. ¡En esto yo he actuado con sinceridad de corazón, y tengo las manos limpias!»

Y en sueños Dios le dijo:

«También yo sé que has actuado con sinceridad de corazón. Y fui yo quien te impidió pecar contra mí; por eso no te permití que la tocaras. Ahora devuélvele a ese hombre su mujer, porque él es profeta y orará por ti. Así vivirás. Pero si no se la devuelves, quiero que sepas que sin falta morirás, tú y todos los tuyos.»

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