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«Hombre mortal, me dijo, recrimina a Jerusalén por sus horribles maldades. Comunícales que el Señor dice: ¡Tú no eres mejor que la gente de Canaán, tu padre debe haber sido un amorreo y tu madre una hitita! Cuando naciste nadie te cuidó como es debido. Cuando primero te vi, tu cordón umbilical no había sido cortado, ni se te había lavado, ni frotado con sal, ni fajado, como es la costumbre en estos casos.

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