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Tu talle, como la palmera;
tus pechos, como sus racimos.
Yo dije: «Subiré a la palmera
y asiré sus frutos.»
Deja que sean tus pechos como racimos de vid,
y como de manzanas la fragancia de tu aliento.
Tu paladar, como el buen vino,
que entra al amado suavemente
y corre por los labios de los viejos.

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