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Había como un mar de vidrio mezclado con fuego y junto al mar vi a los que estaban venciendo a la bestia y a su imagen, aquella bestia cuyo nombre se representa por un número. Ellos tenían las arpas que Dios les había dado. Cantaban la canción de Moisés, siervo de Dios, y la canción del Cordero:

«Grandes y maravillosas son tus obras,
    Señor, Dios Todopoderoso.
Obras de manera justa y verdadera,
    Rey de las naciones.
Señor, toda la gente te temerá.
    Todos alabarán tu nombre,
    pues sólo tú eres santo.
Todas las naciones vendrán ante ti a adorarte,
    porque es claro que tus juicios son justos».

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