Aunque se oculten en la cumbre del Carmelo,
    allí los buscaré y los atraparé.
Aunque de mí se escondan en el fondo del mar,
    allí ordenaré a la serpiente que los muerda.
Aunque vayan al destierro cautivos por sus enemigos,
    allí ordenaré que los mate la espada.

»Para mal y no para bien,
    fijaré en ellos mis ojos».

El Señor y Dios de los Ejércitos
    toca la tierra y ella se desmorona.
Sube y baja la tierra
    como las aguas del Nilo, el río de Egipto,
    y se enlutan todos los que en ella viven.

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