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Luego Dios el Señor me mostró un gran incendio que él había preparado para castigar a los israelitas. Era tan violento que había ya secado las aguas y estaba secando toda la tierra. Entonces yo dije:

―¡Señor mi Dios, te ruego que no lo hagas! Si tú te vuelves contra Israel, ¿qué esperanza queda? ¡Pues Israel es tan pequeño y débil!

Entonces el Señor cambió de idea, y me dijo:

―Muy bien, tampoco voy a hacer eso.

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