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Entonces Absalón le decía:

—Mira, tu causa es buena y justa. Pero no tienes quién te oiga de parte del rey. —Y añadía Absalón—: ¡Quién me pusiera por juez en el país, para que viniera a mí todo el que tuviera pleito o causa, y yo le haría justicia!

Sucedía que cuando alguno se acercaba para postrarse ante él, este extendía su mano, lo asía y lo besaba.

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