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III.— ÚLTIMOS REYES DE JUDÁ (18—25)

Reinado de Ezequías (727-698) (18—20)

Ezequías de Judá (2 Cr 29,1-2)

18 Ezequías, hijo de Ajaz, comenzó a reinar sobre Judá el año tercero del reinado de Oseas, hijo de Elá, en Israel. Ezequías tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante veintisiete años. Su madre se llamaba Abí y era hija de Zacarías. Actuó correctamente ante el Señor como había hecho su antepasado David. Suprimió los santuarios de los altos, derribó las columnas, rompió los postes sagrados e hizo trizas la serpiente de bronce que había hecho Moisés, pues los israelitas seguían quemándole incienso todavía; la llamaban Nejustán. Ezequías confió firmemente en el Señor, Dios de Israel, y entre todos los reyes de Judá no hubo ninguno como él, ni antes ni después. Permaneció fiel al Señor, sin apartarse de él, y cumplió los mandamientos que el Señor había dado a Moisés. El Señor lo acompañó y tuvo éxito en todas sus empresas. Se rebeló contra el rey de Asiria y dejó de rendirle vasallaje. Combatió a los filisteos hasta Gaza y devastó su territorio, incluyendo las torres de vigía y las plazas fortificadas.

La conquista de Samaría

El año cuarto del reinado de Ezequías y el séptimo de Oseas, hijo de Elá, rey de Israel, Salmanasar, rey de Asiria, atacó Samaría y la sitió. 10 Y al cabo de tres años, el año sexto de Ezequías, el noveno de Oseas, rey de Israel, la conquistó. 11 El rey de Asiria deportó a los israelitas a Asiria y los estableció en Jalat, en la región del Jabor, el río de Gozán y en las ciudades de Media. 12 Esto sucedió porque no obedecieron al Señor, su Dios, rompiendo su alianza al no obedecer ni cumplir todo lo que les había mandado Moisés, el siervo del Señor.

Senaquerib invade Judá (2 Cr 32,1)

13 El año décimo cuarto del reinado de Ezequías, Senaquerib, el rey de Asiria, atacó y conquistó todas las ciudades fortificadas de Judá. 14 Entonces Ezequías, el rey de Judá, mandó a decir al rey de Asiria que estaba en Laquis:

— He actuado mal. Retírate de aquí y yo te pagaré el tributo que me impongas.

El rey de Asiria impuso a Ezequías, el rey de Judá, un tributo de trescientos talentos de plata y treinta de oro. 15 Ezequías entregó toda la plata que encontró en el Templo y en el tesoro del palacio real. 16 En aquella ocasión, Ezequías arrancó del Templo del Señor las puertas y sus marcos, que él mismo había recubierto de oro, y se los entregó al rey de Asiria.

Asedio de Jerusalén (2 Cr 32,9-10.12; Is 36,2-22)

17 El rey de Asiria envió desde Laquis a Jerusalén al general en jefe, al jefe de eunucos y al copero mayor con un importante contingente de tropas a entrevistarse con el rey Ezequías. Ellos subieron y llegaron a Jerusalén deteniéndose junto al canal de la alberca de arriba, en el camino del campo del Batanero. 18 Llamaron al rey y salieron a recibirlos Eliaquín, hijo de Jelcías, el mayordomo de palacio, acompañado del secretario Sobná y Joaj, hijo de Asaf, que era el canciller. 19 El copero mayor les dijo:

— Comuniquen a Ezequías el mensaje del emperador, el rey de Asiria: “¿En qué basas tu confianza? 20 ¿Piensas acaso que la estrategia y el valor militar son meras palabras? ¿En quién confías para osar rebelarte contra mí? 21 Veo que confías en Egipto, ese bastón de caña astillada, que se clava y agujerea la mano de quien se apoya en él. Sólo eso es el faraón, el rey de Egipto, para quienes confían en él. 22 Y si ustedes me dicen que confían en el Señor, su Dios, ¿no es ese el Dios cuyos santuarios y altares demolió Ezequías ordenando a Judá y a Jerusalén que sólo lo adoraran en el altar de Jerusalén?”. 23 Haz, pues, una apuesta con mi señor, el rey de Asiria: te daré dos mil caballos si consigues otros tantos jinetes que los monten. 24 ¿Cómo te atreves a rechazar a uno de los subordinados de mi señor, confiando en que Egipto te va a suministrar carros y jinetes? 25 ¿Crees, además, que he venido a destruir esta ciudad sin el consentimiento del Señor? Ha sido el Señor quien me ha dicho: “Ataca y devasta este país”.

26 Eliaquín, el hijo de Jilquías, Sobná y Joaj respondieron al copero mayor:

— Por favor, háblanos en arameo, que lo entendemos. No nos hables en hebreo delante de la gente que está en la muralla.

27 Les contestó el copero mayor:

— ¿Acaso me ha enviado mi señor a comunicar este mensaje sólo a tu señor y a ti? También he de transmitirlo a la gente que está en la muralla y que acabará comiendo sus propios excrementos y bebiendo su propia orina junto contigo.

28 Entonces el copero mayor se puso en pie y les dijo en hebreo a voz en grito:

— Escuchen el mensaje del emperador, el rey de Asiria, 29 que dice esto: “No se dejen engañar por Ezequías, porque no podrá librarlos de mi mano. 30 Que Ezequías no los haga confiar en Dios, diciendo: Estoy convencido de que el Señor nos salvará y no entregará esta ciudad en poder del rey de Asiria”. 31 No hagan caso a Ezequías, sino al rey de Asiria que les dice: “Hagan la paz conmigo y ríndanse a mí; de esa manera cada cual podrá seguir comiendo los frutos de su parra y de su higuera y podrá seguir bebiendo agua de su pozo; 32 luego llegaré yo en persona y los llevaré a una tierra como la de ustedes, una tierra de grano y de mosto, una tierra de mieses y viñas, una tierra de aceite y miel, donde vivirán y no morirán”. Pero no hagan caso a Ezequías, pues los engaña diciendo que el Señor los librará. 33 ¿Acaso los dioses de otras naciones los han podido librar del poder del rey de Asiria? 34 ¿Dónde están los dioses de Jamat y Arpad? ¿Dónde, los dioses de Sefarváin, Hená y Evá? ¿Acaso fueron capaces de librar a Samaría de mi poder? 35 Si ninguno de los dioses de esos países pudo librarlos de mi ataque, ¿piensan que el Señor podrá librar a Jerusalén?

36 La gente se quedó callada sin responder palabra, pues el rey les había ordenado que no le respondieran. 37 Entonces, el mayordomo de palacio Eliaquín, hijo de Jelcías, el secretario Sobná y el canciller Joaj, hijo de Asaf, se presentaron a Ezequías con las ropas rasgadas y le transmitieron el mensaje del copero mayor.