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Quemó además los huesos de los sacerdotes sobre sus altares, y limpió á Judá y á Jerusalem.

Lo mismo hizo en las ciudades de Manasés, Ephraim, y Simeón, hasta en Nephtalí, con sus lugares asolados alrededor.

Y como hubo derribado los altares y los bosques, y quebrado y desmenuzado las esculturas, y destruído todos los ídolos por toda la tierra de Israel, volvióse á Jerusalem.

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