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26 Y hubo gran regocijo en Jerusalén, porque desde los días de Salomón, hijo de David, rey de Israel, no había habido cosa semejante en Jerusalén(A). 27 Entonces los sacerdotes levitas(B) se levantaron y bendijeron al pueblo(C); y se oyó su voz, y su oración llegó hasta Su santa morada(D), hasta los cielos.

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