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Respondió Saúl a su criado:

—Vamos ahora; pero ¿qué llevaremos a ese hombre? Porque el pan de nuestras alforjas se ha acabado, y no tenemos qué ofrecerle al varón de Dios. ¿Qué le podemos dar?

Entonces replicó el criado y dijo a Saúl:

—Mira, tengo aquí en mi mano la cuarta parte de un siclo de plata; se lo daré al varón de Dios, para que nos indique el camino.

(Antiguamente en Israel cualquiera que iba a consultar a Dios, decía: «Venid y vamos al vidente»; porque al que hoy se llama profeta, entonces se le llamaba vidente.)

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