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Pero a pesar del pecado de Abías, el Señor recordó el amor de David y no permitió que se acabara la dinastía de David. Por eso, permitió que Abías tuviera un hijo que se sentara sobre el trono en Jerusalén. Porque David había obedecido al Señor durante toda su vida, salvo en el asunto de Urías el hitita.

Durante el reinado de Abías hubo guerra permanente entre Israel y Judá.

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