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Predicando a Cristo crucificado

Y yo, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui anunciándoos el testimonio de Dios con excelencia de palabras o de sabiduría.

Pues resolví no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.

Y yo me presenté ante vosotros con debilidad, y con temor y mucho temblor;

y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder,

para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

La revelación por el Espíritu de Dios

Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este mundo, ni de los príncipes de este mundo, que van desapareciendo,

sino que hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria,

la que ninguno de los príncipes de este mundo conoció; porque si la hubieran conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria.

Antes bien, como está escrito:

Cosas que el ojo no vio, ni el oído oyó,
Ni han subido al corazón del hombre,
Son las que Dios ha preparado para los que le aman.

10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por medio del Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios.

11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoce las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.

12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha otorgado gratuitamente,

13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.

14 Pero el hombre natural no capta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede conocer, porque se han de discernir espiritualmente.

15 En cambio el espiritual discierne todas las cosas; pero él no es enjuiciado por nadie.

16 Porque ¿quién conoció la mente del Señor, para que pueda instruirle? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.

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