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En eso, la hija del faraón bajó a bañarse en el Nilo. Sus doncellas, mientras tanto, se paseaban por la orilla del río. De pronto la hija del faraón vio la cesta entre los juncos, y ordenó a una de sus esclavas que fuera por ella. Cuando la hija del faraón abrió la cesta y vio allí dentro un niño que lloraba, tuvo compasión de él y exclamó:

―¡Es un niño hebreo!

La hermana del niño preguntó entonces a la hija del faraón:

―¿Quiere usted que vaya y llame a una nodriza hebrea, para que críe al niño por usted?

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