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La plaga de langostas

10 Jehová dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón; porque yo he endurecido su corazón, y el corazón de sus siervos, para mostrar entre ellos estas mis señales, y para que cuentes a tus hijos y a tus nietos las cosas que yo hice en Egipto, y mis señales que hice entre ellos; para que sepáis que yo soy Jehová. Entonces vinieron Moisés y Aarón a Faraón, y le dijeron: Jehová el Dios de los hebreos ha dicho así: ¿Hasta cuándo no querrás humillarte delante de mí? Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. Y si aún rehúsas dejarlo ir, he aquí que mañana yo traeré sobre tu territorio la langosta, la cual cubrirá la faz de la tierra, de modo que no pueda verse la tierra; y ella comerá lo que escapó, lo que os quedó del granizo; comerá asimismo todo árbol que os fructifica en el campo. Y llenará tus casas, y las casas de todos tus siervos, y las casas de todos los egipcios, cual nunca vieron tus padres ni tus abuelos, desde que ellos fueron sobre la tierra hasta hoy. Y se volvió y salió de delante de Faraón. Entonces los siervos de Faraón le dijeron: ¿Hasta cuándo será este hombre un lazo para nosotros? Deja ir a estos hombres, para que sirvan a Jehová su Dios. ¿Acaso no sabes todavía que Egipto está ya destruido? Y Moisés y Aarón volvieron a ser llamados ante Faraón, el cual les dijo: Andad, servid a Jehová vuestro Dios. ¿Quiénes son los que han de ir? Moisés respondió: Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros viejos, con nuestros hijos y con nuestras hijas; con nuestras ovejas y con nuestras vacas hemos de ir; porque es nuestra fiesta solemne para Jehová. 10 Y él les dijo: ¡Así sea Jehová con vosotros! ¿Cómo os voy a dejar ir a vosotros y a vuestros niños? ¡Mirad cómo el mal está delante de vuestro rostro! 11 No será así; id ahora vosotros los varones, y servid a Jehová, pues esto es lo que vosotros pedisteis. Y los echaron de la presencia de Faraón.

12 Entonces Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto para traer la langosta, a fin de que suba sobre el país de Egipto, y consuma todo lo que el granizo dejó. 13 Y extendió Moisés su vara sobre la tierra de Egipto, y Jehová trajo un viento oriental sobre el país todo aquel día y toda aquella noche; y al venir la mañana el viento oriental trajo la langosta. 14 Y subió la langosta sobre toda la tierra de Egipto, y se asentó en todo el país de Egipto en tan gran cantidad como no la hubo antes ni la habrá después; 15 y cubrió la faz de todo el país, y oscureció la tierra;(A) y consumió toda la hierba de la tierra, y todo el fruto de los árboles que había dejado el granizo; no quedó cosa verde en árboles ni en hierba del campo, en toda la tierra de Egipto.

16 Entonces Faraón se apresuró a llamar a Moisés y a Aarón, y dijo: He pecado contra Jehová vuestro Dios, y contra vosotros. 17 Mas os ruego ahora que perdonéis mi pecado solamente esta vez, y que oréis a Jehová vuestro Dios que quite de mí al menos esta plaga mortal. 18 Y salió Moisés de delante de Faraón, y oró a Jehová. 19 Entonces Jehová trajo un fortísimo viento occidental, y quitó la langosta y la arrojó en el Mar Rojo; ni una langosta quedó en todo el país de Egipto. 20 Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y este no dejó ir a los hijos de Israel.

La plaga de tinieblas

21 Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que haya tinieblas(B) sobre la tierra de Egipto, tanto que cualquiera las palpe. 22 Y extendió Moisés su mano hacia el cielo, y hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, por tres días. 23 Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones. 24 Entonces Faraón hizo llamar a Moisés, y dijo: Id, servid a Jehová; solamente queden vuestras ovejas y vuestras vacas; vayan también vuestros niños con vosotros. 25 Y Moisés respondió: Tú también nos darás sacrificios y holocaustos que sacrifiquemos para Jehová nuestro Dios. 26 Nuestros ganados irán también con nosotros; no quedará ni una pezuña; porque de ellos hemos de tomar para servir a Jehová nuestro Dios, y no sabemos con qué hemos de servir a Jehová hasta que lleguemos allá. 27 Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y no quiso dejarlos ir. 28 Y le dijo Faraón: Retírate de mí; guárdate que no veas más mi rostro, porque en cualquier día que vieres mi rostro, morirás. 29 Y Moisés respondió: Bien has dicho; no veré más tu rostro.

Octava plaga: las langostas

10 Entonces el Señor dijo a Moisés: Preséntate[a] a Faraón, porque yo he endurecido[b] su corazón y el corazón de sus siervos(A), para mostrar[c] estas señales mías en medio de ellos[d], y para que cuentes a[e] tu hijo y a tu nieto, cómo me he burlado de los egipcios(B), y cómo he mostrado[f] mis señales entre ellos, y para que sepáis que yo soy el Señor(C). Moisés y Aarón fueron a Faraón, y le dijeron: Así dice el Señor, el Dios de los hebreos: «¿Hasta cuándo rehusarás humillarte delante de mí(D)? Deja ir a mi pueblo, para que me sirva(E). Porque si te niegas a dejar ir a mi pueblo, he aquí, mañana traeré langostas a tu territorio. Y cubrirán la superficie de la tierra, de modo que nadie podrá verla[g]. También comerán el resto de lo que ha escapado(F), lo que os ha quedado del granizo, y comerán todo árbol que os crece en el campo. Y llenarán tus casas, las casas de todos tus siervos y las casas de todos los egipcios(G), algo que ni tus padres ni tus abuelos han visto desde el día que vinieron al mundo[h] hasta hoy». Y Moisés se volvió y salió de la presencia de[i] Faraón. Y los siervos de Faraón le dijeron: ¿Hasta cuándo este hombre nos será causa de ruina[j](H)? Deja ir a los hombres para que sirvan al Señor su Dios(I). ¿No te das cuenta de[k] que Egipto está destruido? Entonces hicieron volver a Moisés y Aarón ante Faraón(J), y él les dijo: Id, servid al Señor vuestro Dios(K). ¿Quiénes[l] son los que han de ir? Y Moisés respondió: Iremos con nuestros jóvenes y nuestros ancianos; con nuestros hijos y nuestras hijas; con nuestras ovejas y nuestras vacadas iremos(L), porque hemos de celebrar[m] una fiesta solemne al Señor(M). 10 Y él les dijo: ¡Así sea el Señor con vosotros si os dejo ir[n] a vosotros y a vuestros pequeños! Tened cuidado[o] porque tenéis malas intenciones[p]. 11 No será así; id ahora solo los hombres, y servid al Señor, porque eso es lo que habéis pedido. Y los echaron de la presencia de Faraón(N).

12 Entonces el Señor dijo a Moisés: Extiende tu mano(O) sobre la tierra de Egipto, para traer la langosta, a fin de que suba sobre la tierra de Egipto y devore toda planta de la tierra, todo lo que el granizo ha dejado(P). 13 Y extendió Moisés su vara sobre la tierra de Egipto, y el Señor hizo soplar un viento del oriente sobre el país todo aquel día y toda aquella noche; y al venir la mañana, el viento del oriente trajo las langostas(Q). 14 Y subieron las langostas sobre toda la tierra de Egipto y se asentaron en todo el territorio de Egipto; y eran muy numerosas[q]. Nunca había habido tantas langostas como entonces, ni las habría después[r](R). 15 Porque cubrieron la faz de toda la tierra, y la tierra se oscureció; y se comieron toda planta[s] de la tierra y todo el fruto de los árboles que el granizo había dejado. Así que nada verde quedó en árbol o planta[t](S) del campo por toda la tierra de Egipto. 16 Entonces Faraón llamó apresuradamente a Moisés y a Aarón(T), y dijo: He pecado contra el Señor vuestro Dios y contra vosotros(U). 17 Ahora pues, os ruego que perdonéis mi pecado solo esta vez, y que roguéis al Señor vuestro Dios, para que quite de mí esta muerte(V). 18 Y Moisés salió de la presencia de Faraón y oró al Señor(W). 19 Y el Señor cambió el viento a un viento occidental muy fuerte que se llevó las langostas y las arrojó al mar Rojo[u]; ni una langosta quedó en todo el territorio de Egipto. 20 Pero el Señor endureció[v] el corazón de Faraón, y este no dejó ir a los hijos de Israel(X).

Novena plaga: las tinieblas

21 Entonces el Señor dijo a Moisés: Extiende tu mano(Y) hacia el cielo, para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto, tinieblas tales que puedan palparse(Z). 22 Extendió Moisés su mano hacia el cielo, y hubo densas tinieblas en toda la tierra de Egipto por tres días(AA). 23 No se veían unos a otros, nadie se levantó de su lugar por tres días, pero todos los hijos de Israel tenían luz en sus moradas(AB). 24 Entonces llamó Faraón a Moisés y le dijo: Id, servid al Señor(AC); solo que vuestras ovejas y vuestras vacadas queden aquí. Aun vuestros pequeños pueden ir con vosotros(AD). 25 Pero Moisés dijo: Tú también tienes que darnos[w] sacrificios y holocaustos para que los sacrifiquemos[x] al Señor nuestro Dios. 26 Por tanto, también nuestros ganados irán con nosotros; ni una pezuña quedará atrás; porque de ellos tomaremos para servir al Señor nuestro Dios(AE). Y nosotros mismos no sabemos con qué hemos de servir al Señor hasta que lleguemos allá. 27 Pero el Señor endureció[y] el corazón de Faraón, y este no quiso dejarlos ir(AF). 28 Entonces Faraón dijo a Moisés[z]: ¡Apártate de mí(AG)! Guárdate de no volver a ver mi rostro, porque el día en que veas mi rostro morirás. 29 Y Moisés respondió: Bien has dicho, no volveré a ver tu rostro(AH).

Footnotes

  1. Éxodo 10:1 Lit., Ve
  2. Éxodo 10:1 Lit., hecho pesado
  3. Éxodo 10:1 Lit., poner
  4. Éxodo 10:1 Lit., él
  5. Éxodo 10:2 Lit., en los oídos de
  6. Éxodo 10:2 Lit., puesto
  7. Éxodo 10:5 Lit., ver la tierra
  8. Éxodo 10:6 Lit., fueron sobre la tierra
  9. Éxodo 10:6 Lit., de junto a
  10. Éxodo 10:7 Lit., una trampa
  11. Éxodo 10:7 Lit., sabes
  12. Éxodo 10:8 Lit., ¿Quién y quién
  13. Éxodo 10:9 Lit., tener
  14. Éxodo 10:10 Lit., cuando os envíe
  15. Éxodo 10:10 O, Mirad
  16. Éxodo 10:10 Lit., el mal está delante de vuestros rostros
  17. Éxodo 10:14 Lit., pesadas
  18. Éxodo 10:14 Lit., langostas como ellas delante de ellas, ni las habría así después de ellas
  19. Éxodo 10:15 O, hierba
  20. Éxodo 10:15 O, hierba
  21. Éxodo 10:19 Lit., mar de Cañas
  22. Éxodo 10:20 Lit., hizo fuerte
  23. Éxodo 10:25 Lit., dar en nuestra mano
  24. Éxodo 10:25 Lit., hagamos
  25. Éxodo 10:27 Lit., hizo fuerte
  26. Éxodo 10:28 Lit., le dijo

La plaga de langostas

10 El Señor dijo a Moisés: «Ve a hablar con el faraón. En realidad, soy yo quien ha endurecido el corazón del faraón y sus funcionarios, para realizar entre ellos mis señales milagrosas. Lo hice para que puedas contarles a tus hijos y a tus nietos la dureza con que traté a los egipcios,[a] y las señales que realicé entre ellos. Así sabrán que yo soy el Señor».

Moisés y Aarón se presentaron ante el faraón y le advirtieron: «Así dice el Señor y Dios de los hebreos: “¿Hasta cuándo te opondrás a humillarte en mi presencia? Deja ir a mi pueblo para que me rinda culto. Si te niegas a dejarlos ir, mañana mismo traeré langostas sobre tu país. De tal manera cubrirán la superficie de la tierra que no podrá verse el suelo. Se comerán lo poco que haya quedado después del granizo, y acabarán con todos los árboles que haya en los campos. Infestarán tus casas, las de tus funcionarios y las de todos los egipcios. Será algo que ni tus padres ni tus antepasados vieron jamás, desde el día en que se establecieron en este país hasta la fecha”».

Dicho esto, Moisés se dio media vuelta y se retiró de la presencia del faraón.

Entonces los funcionarios dijeron al faraón:

—¿Hasta cuándo este individuo será nuestra ruina? ¡Deja que el pueblo se vaya y que rinda culto al Señor su Dios! ¿Acaso no sabes que Egipto está arruinado?

El faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón para decirles:

—Vayan y rindan culto al Señor su Dios. Tan solo díganme quiénes van a ir.

—Nos van a acompañar nuestros jóvenes y nuestros ancianos —respondió Moisés—. También nos acompañarán nuestros hijos y nuestras hijas, nuestras ovejas y vacas, pues vamos a celebrar la fiesta del Señor.

10 —Que el Señor los acompañe —repuso el faraón—, ¡si es que yo dejo que se vayan con sus mujeres y sus hijos! ¡Claramente se ven sus malas intenciones![b] 11 ¡Pero no será como ustedes quieren! Si lo que quieren es rendirle culto al Señor, ¡vayan solo ustedes los hombres!

Y Moisés y Aarón fueron arrojados de la presencia del faraón.

12 Entonces el Señor dijo a Moisés: «Extiende los brazos sobre todo Egipto, para que vengan langostas y cubran todo el país, y se coman todo lo que crece en los campos y todo lo que dejó el granizo».

13 Moisés extendió su vara sobre Egipto, y el Señor hizo que todo ese día y toda esa noche un viento del este soplara sobre el país. A la mañana siguiente, el viento del este había traído las langostas, 14 las cuales invadieron todo Egipto y se asentaron en gran número por todos los rincones del país. ¡Nunca antes hubo semejante plaga de langostas ni la habrá después! 15 Eran tantas las langostas que cubrían la superficie de la tierra que ni el suelo podía verse. Se comieron todas las plantas del campo y todos los frutos de los árboles que dejó el granizo. En todo Egipto no quedó nada verde, ni en los árboles ni en las plantas.

16 El faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón a toda prisa y les dijo: «He pecado contra el Señor su Dios y contra ustedes. 17 Yo les pido que perdonen mi pecado una vez más, y que rueguen por mí al Señor su Dios, para que por lo menos aleje de donde yo estoy esta plaga mortal».

18 En cuanto Moisés salió de la presencia del faraón, rogó al Señor, 19 y el Señor hizo entonces que el viento cambiara, y que un fuerte viento del oeste se llevara las langostas y las echara al mar Rojo.[c] En todo Egipto no quedó una sola langosta. 20 Pero el Señor endureció el corazón del faraón y este no dejó que los israelitas se fueran.

La plaga de tinieblas

21 El Señor dijo a Moisés: «Levanta los brazos al cielo, para que todo Egipto se cubra de tinieblas, ¡tinieblas tan densas que se puedan palpar!». 22 Moisés levantó los brazos al cielo, y durante tres días todo Egipto quedó envuelto en densas tinieblas. 23 Durante ese tiempo los egipcios no podían verse unos a otros ni moverse de su sitio. Sin embargo, en todos los hogares israelitas había luz.

24 Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y le dijo:

—Vayan y rindan culto al Señor. Llévense también a sus hijos, pero dejen atrás sus ovejas y sus vacas.

25 A esto respondió Moisés:

—¡Al contrario! Tú vas a darnos los sacrificios y holocaustos que hemos de presentar al Señor nuestro Dios, 26 y además nuestro ganado tiene que ir con nosotros. ¡No puede quedarse aquí ni una sola pezuña! Para rendirle culto al Señor nuestro Dios tendremos que tomar algunos de nuestros animales, y no sabremos cuáles debemos presentar como ofrenda hasta que lleguemos allá.

27 Pero el Señor endureció el corazón del faraón, y este no quiso dejarlos ir, 28 sino que le gritó a Moisés:

—¡Largo de aquí! ¡Y cuidado con volver a presentarte ante mí! El día que vuelvas a verme, puedes darte por muerto.

29 —¡Bien dicho! —respondió Moisés—. ¡Jamás volveré a verte!

Footnotes

  1. 10:2 la dureza … egipcios. Alt. cómo me burlé de los egipcios.
  2. 10:10 ¡Claramente … intenciones! Alt. ¡Tengan cuidado; los espera la aflicción!
  3. 10:19 Lit. mar de las Cañas. Término con el que se designa en la Biblia al mar Rojo en su parte septentrional.

La plaga de langostas

10 El Señor le dijo a Moisés:

—Ve a ver al faraón, pues yo he hecho que él y sus funcionarios se pongan tercos para mostrarles las grandes maravillas que yo puedo hacer, y para que tú les cuentes a tus hijos y nietos la forma en que me burlé de los egipcios, y las grandes maravillas que hice entre ellos. Así sabrán ustedes que yo soy el Señor.

Moisés y Aarón fueron a ver al faraón, y le dijeron:

—Así dice el Señor, el Dios de los hebreos: “¿Hasta cuándo te negarás a humillarte delante de mí? Deja ir a mi pueblo, para que me adore; porque si te sigues oponiendo a dejarlo ir, mañana haré que vengan langostas sobre tu país, las cuales cubrirán la tierra en tal cantidad que no se podrá ver el suelo. Se comerán lo poco que haya quedado después del granizo, y se comerán también todos los árboles del campo. Llenarán tus palacios, y las casas de tus funcionarios, y las casas de todos los egipcios. ¡Será algo como nunca vieron tus padres ni tus abuelos desde sus días hasta los nuestros!”

Al terminar de hablar, Moisés dio media vuelta y salió del palacio del faraón. Entonces los funcionarios del faraón dijeron:

—¿Hasta cuándo nos va a causar problemas este hombre? Deje Su Majestad que esa gente vaya a adorar a su Dios, el Señor. ¿Todavía no se da cuenta Su Majestad de que Egipto está arruinado?

El faraón mandó llamar otra vez a Moisés y Aarón, y les dijo:

—Vayan a adorar al Señor su Dios. Pero antes díganme quiénes van a ir.

Moisés contestó:

—Tenemos que ir con nuestros niños y ancianos, hijos e hijas, y con nuestras ovejas y vacas, pues para nosotros es una gran fiesta del Señor.

10 Pero el faraón les dijo:

—¡Claramente se ven sus malas intenciones! ¿Y ustedes creen que el Señor los va a acompañar, y que voy a dejar que ustedes y sus niños se vayan? 11 Pues no va a ser así. Vayan ustedes, los hombres adultos, a adorar al Señor, ya que eso es lo que quieren.

Y el faraón ordenó que los echaran de su presencia. 12 Pero el Señor le dijo a Moisés:

—Extiende tu brazo sobre Egipto, para que vengan las langostas y acaben con todas las plantas del país y con todo lo que quedó después del granizo.

13 Moisés extendió su brazo sobre Egipto, y el Señor hizo venir un viento del este que sopló sobre el país todo el día y toda la noche. Al día siguiente, el viento del este había traído las langostas, 14 las cuales invadieron todo el país. Nunca antes hubo, ni habrá después, tantas langostas como en aquel día, 15 pues cubrieron la tierra en tal cantidad que no se podía ver el suelo, y se comieron todas las plantas y toda la fruta que había quedado en los árboles después del granizo. No quedó nada verde en ningún lugar de Egipto: ni en el campo ni en los árboles.

16 El faraón mandó llamar inmediatamente a Moisés y Aarón, y les dijo:

—He pecado contra el Señor su Dios, y contra ustedes, 17 pero les ruego que tan sólo esta vez perdonen mi pecado, y que oren por mí al Señor su Dios, para que por lo menos aleje de mí esta plaga mortal.

18 En cuanto Moisés salió del palacio del faraón, oró al Señor. 19 Entonces el Señor cambió el rumbo del viento, y lo convirtió en un fuerte viento del oeste que se llevó las langostas y las echó en el Mar Rojo. No quedó en todo Egipto una sola langosta. 20 Pero el Señor hizo que el faraón se pusiera terco y que no dejara ir a los israelitas.

La plaga de la oscuridad

21 Entonces el Señor le dijo a Moisés:

—Extiende tu brazo hacia el cielo, para que en todo Egipto haya una oscuridad tan espesa que hasta se pueda tocar.

22 Moisés levantó su brazo hacia el cielo y hubo una oscuridad tan grande en todo Egipto 23 que, durante tres días, nadie podía ver a su vecino ni moverse de su lugar. En cambio, en todas las casas de los israelitas había luz.

24 Entonces el faraón mandó llamar a Moisés, y le dijo:

—Vayan a adorar al Señor, y llévense también a sus hijos; pero dejen aquí sus ovejas y sus vacas.

25 Pero Moisés contestó:

—Al contrario, tú mismo nos vas a dar los animales que vamos a sacrificar y quemar en honor del Señor nuestro Dios. 26 Además, nuestros ganados irán con nosotros. Ni un solo animal debe quedarse, porque tenemos que escoger algunos de ellos para rendir culto al Señor. Mientras no lleguemos allá, no sabremos qué vamos a necesitar para adorar al Señor.

27 Pero el Señor hizo que el faraón se pusiera terco y que no los dejara ir. 28 Además el faraón le dijo a Moisés:

—Vete de aquí, y cuídate bien de no venir a verme otra vez, porque el día que vuelvas a presentarte ante mí, morirás.

29 Y Moisés contestó:

—Bien dicho. No volveré a verte.

Octavo castigo: Los saltamontes atacan los campos

10 Dios le dijo a Moisés: «Ve y preséntate ante el rey. Yo he hecho que él y sus consejeros se pongan tercos, para mostrarles mi poder mediante señales terribles y asombrosas. Así podrás contarles a tus hijos y a tus nietos todo lo que hice contra los egipcios, y cómo me burlé de ellos, para que sepan que yo soy el Dios de los israelitas».

Moisés y Aarón se presentaron ante el rey y le dijeron:

«El Dios de los israelitas me ha enviado a preguntarle hasta cuándo seguirá siendo tan orgulloso. ¿Cuándo lo va a obedecer? Déjenos ir a adorarlo. Si usted no lo hace, mañana Dios enviará sobre su país una nube de saltamontes que cubrirá todo el suelo. Los saltamontes se comerán todas las plantas y todos los árboles que hayan quedado después de la lluvia y el granizo, y llenarán todo el país de Egipto. ¡Nunca los padres ni los abuelos de Su Majestad vieron algo semejante!»

Cuando Moisés salió del palacio, los consejeros egipcios le dijeron al rey: «¿Hasta cuándo vamos a soportar a este hombre? ¡Sólo nos ha traído problemas! Deje Su Majestad que se vaya con su pueblo a adorar a su Dios. ¿No sabe Su Majestad que todo Egipto está en la ruina?»

El rey mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo:

—Está bien, vayan a adorar a su Dios. Pero antes, díganme quiénes van a ir.

Moisés le contestó:

—Debemos ir todos nosotros, pues vamos a celebrar una fiesta en honor de nuestro Dios. Iremos con todos nuestros jóvenes y ancianos, con nuestros hijos e hijas, y también nos llevaremos nuestras ovejas y vacas.

10 Con tono burlón, el rey le dijo:

—¡Ah sí, cómo no! ¡Y, por supuesto, su Dios los va a acompañar! ¿Acaso creen que voy a dejar que se lleven a sus niños? Ustedes tienen la mala intención de escapar. 11 Pero no va a ser como ustedes quieran. Si realmente quieren adorar a su Dios, vayan sólo los hombres.

Enseguida los egipcios echaron a Moisés y a Aarón fuera del palacio, 12 pero Dios le dijo a Moisés: «Extiende tu brazo y ordena que los saltamontes vengan sobre Egipto y se coman todas las plantas que quedaron después del granizo».

13-14 Moisés obedeció. Al instante, Dios envió sobre el país un viento que, desde el este, sopló todo el día y toda la noche. Ese viento trajo tal cantidad de saltamontes, que a la mañana siguiente todo Egipto estaba cubierto de ellos. ¡Nunca antes se había visto algo así! 15 ¡Ni el suelo podía verse! Los saltamontes se comieron todas las plantas y frutas que habían quedado después del granizo. 16 Muy apurado, el rey llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo: «Me he portado muy mal con su Dios y con ustedes. 17 Por favor, perdónenme una vez más y pídanle a su Dios que nos quite esos saltamontes, porque nos están matando. O por lo menos, ¡que los aleje de mí!»

18-19 Moisés salió del palacio y le rogó a Dios por el rey. Entonces Dios hizo que un viento muy fuerte soplara desde el oeste, y el viento se llevó los saltamontes y los arrojó al Mar de los Juncos. ¡Todo Egipto quedó libre de saltamontes! 20 Pero Dios hizo que el rey se pusiera terco y no dejara ir a los israelitas.

Noveno castigo: La gran oscuridad

21 Entonces Dios le dijo a Moisés: «Extiende el brazo hacia el cielo y ordena que todo Egipto se quede a oscuras. Habrá tanta oscuridad que los egipcios podrán sentirla».

22 Moisés extendió su brazo, y durante tres días todo Egipto quedó a oscuras. 23 Todo estaba tan oscuro que los egipcios no podían verse unos a otros, ni dar un paso sin tropezarse. Sin embargo, en todas las casas israelitas sí había luz. 24 Cuando el rey vio esto, llamó a Moisés y le dijo:

—¡Vayan a adorar a su Dios! Pueden llevarse a sus niños, pero dejen aquí sus ovejas y vacas.

25-26 Moisés le contestó:

—De ningún modo. También nuestras vacas y ovejas deben ir con nosotros. No sabemos cuántos sacrificios tendremos que hacer, sino que Dios nos lo dirá cuando lleguemos. Además, también ustedes deben darnos más animales para ofrecérselos a nuestro Dios.

27 Una vez más, Dios hizo que el rey se pusiera terco y no dejara ir a los israelitas. 28 Así que el rey le dijo a Moisés:

—¡Largo de aquí! Y más te vale no volver a presentarte ante mí. Si vuelves por acá, mandaré que te maten.

29 Moisés contestó:

—De acuerdo. Jamás volveré a verte la cara.